Hermanos de Semen

S� que muchos de los que escriben los relatos publicados en Internet son mayores
de edad. Tambi�n s� que una gran parte de los lectores es menor de edad y, yo
soy uno de ellos. Debo comenzar recordando a los visitantes de este sitio que,
alguna vez, tuvieron trece a�os. Yo tengo esa edad y, puedo decir con toda
seguridad, que s� poseo un �criterio formado.� Ser�a capaz de votar si me
dejaran y tambi�n podr�a conducir una empresa por pura intuici�n. Seguramente t�
tambi�n pensabas como yo, a los trece.
Sin embargo, �malditas hormonas!... la diferencia radica en que s�lo hace unos
meses que me crecieron los vellos del pubis (en mi pa�s les llamamos
�pendejos�), cuando me veo al espejo descubro, cada d�a, nuevas sorpresas, como
el bigotito que m�s bien parece pelusa, unos pocos pelos en las axilas y, claro,
las infaltables erecciones que se presentan en el lugar y el momento m�s
insospechados.
Mi nombre es Julio. Vivo en La Paz, Bolivia y soy un chico com�n y corriente. Mi
casa est� ubicada en un barrio residencial, casi elegante y asisto a un colegio
de chicos y chicas, hijos de empresarios, pol�ticos y profesionales importantes.
Este a�o, al comenzar la gesti�n escolar, me enter� que mi mejor amigo, Diego,
ya no ser�a mi compa�ero de curso. Tuvo que cambiarse a otro colegio y eso hizo
que dejara de verlo. Sin embargo; lleg� un alumno nuevo de nombre Mart�n, que
vivi� casi seis a�os en Sud�frica junto a su padre, que era algo as� como un
Agregado de la Embajada Boliviana.
Al principio de a�o, Mart�n parec�a algo t�mido y retra�do y mis compa�eros se
burlaban de un, ciertamente, gracioso acento que dif�cilmente podr�as
identificar si no viviste en el �Continente Negro.�
Pues, para ser honesto, yo siempre he elegido a mis amigos gui�ndome por su
apariencia f�sica. Creo que eso nos ocurre a todos: nuestros nuevos amigos deben
gustarnos f�sicamente para iniciar una relaci�n (ya sabes, por eso de que nadie
quiere ser visto junto al m�s feo de la clase.)
Mart�n es ex�ticamente lindo, tiene una piel color zanahoria, unos ojos verdes
que brillan por s� solos y unas enormes pesta�as. Algunas pequitas negras
adornan su rostro y, adem�s, lleva �frenillos� en los dientes, lo cual hace que
su sonrisa sea tambi�n brillante.
No me describir� f�sicamente a detalle porque me dar�a verg�enza echarme flores.
Solo mencionar�, para complacer a alg�n curioso, que no soy feo, tengo ojos
claros y la tez blanca. S�, la tez blanca, por si alguien todav�a cree que
Bolivia est� habitada solo por indios morenos y enanos.
El caso es que me hice muy amigo de Mart�n, que se sienta al lado m�o en la
clase. Por supuesto, desde el primer d�a la conversaci�n se centr� en el sexo
m�s que en otra cosa. Descubr� que no era el �nico que amanec�a con la verga
parada y que tambi�n otros mojan las s�banas despu�s de un sue�o er�tico
(enti�ndase por �er�tico� cualquier sue�o que te excita, aunque en �l te
encuentres tir�ndote un papel de lijar.)
Mi nuevo amigo result� ser muy desinhibido, al contrario del resto de nosotros,
los del curso. No se hac�a problema en el momento que le tocara desnudarse
frente a los otros chicos e, incluso, tampoco se avergonzaba frente a las
muchachas. En cierta ocasi�n, durante una t�pica jarana en el sal�n, en ausencia
del profesor, comenz� a discutir con un grupo de chicas. Una de ellas lo llam�
�pelotudo�, a lo que Mart�n respondi� riendo y burl�ndose, ��S�!... pelotudo...
Y mira que culazo�. Las chicas gritaron como locas cuando se baj� el pantal�n y
les mostr� su moreno y bell�simo trasero, velludo y bien formado.
Pasaron los meses y Mart�n se fue convirtiendo en el l�der de los muchachos de
la clase, hasta el punto que casi todos llegamos a adoptar la mayor�a de sus
gestos, modismos y groser�as. L�gicamente, como yo soy el m�s cercano a �l,
reconozco haberme convertido en una r�plica casi perfecta de mi amigo (solo nos
separa el aspecto f�sico.)
Fue Mart�n quien me ense�� a masturbarme. Se queda a dormir en casa, por lo
menos, tres veces por semana. Gran parte de su ropa est� acomodada en mi closet.
Hasta guarda sus calzoncillos junto a los m�os. Casi nos convertimos en hermanos
(ambos somos hijos �nicos.) Y digo �casi� porque existe una cosa que nadie...
bueno, solo t� sabr�s ahora:
Cuando Mart�n se queda en casa a dormir, siempre terminamos jugando con el Play
Station, �chateando� en la Internet o viendo las pel�culas del cable. Nadie nos
molesta cuando estamos juntos y pasamos horas encerrados en mi habitaci�n.
Aunque en la ciudad donde vivo el clima es bastante fr�o, cuando estamos solos,
en mi cuarto, nos encanta desnudarnos y quedar solo en calzones. Eso surgi� a
iniciativa de Mart�n, que la primera vez me dijo que, debido al calor que hac�a
en Sud�frica, se hab�a acostumbrado a desvestirse en cuanto llegaba de clases a
su casa. Ese d�a me pidi� permiso para desvestirse y yo le segu� la corriente
haciendo lo mismo. La verdad es que se siente bien y, adem�s, ello me ha
permitido conocer �de cabo a rabo� a mi mejor amigo... y no es que antes haya
sentido alg�n tipo de atracci�n por otros chicos.
Algo que me sorprendi� durante aquellas primeras �pijamadas� fue que, mientras
jug�bamos o ve�amos TV, llegaba siempre el momento en que Mart�n se distra�a
completamente de cualquier actividad, llevaba su mano bajo sus calzoncillos
blancos, bajaba la mirada tiernamente como si estuviese mirando un tierno
pichoncito y comenzaba a menear su pija hasta lograr que �sta se pusiera
dur�sima. Una vez con la verga parada en la mano, a�n debajo de su ropa
interior, retomaba �a media m�quina� la atenci�n a lo que hac�amos sin parar de
pajearse y �l mismo re�a al saberme espectador de su travesura. Yo, como si ello
fuera normal, continuaba jugando a las cartas o haciendo lo que estuvi�ramos
haciendo hasta que, finalmente, Mart�n blanqueaba los ojos extasiado y, a los
pocos segundos, dejaba salir su pene empapado en semen para secarlo con
cualquier tela o papel cercano. En varias ocasiones, al verme junto a �l, limpi�
su mano en mis calzoncillos provocando mi supuesto enojo y una muy bien actuada
reacci�n de asco.
Despu�s de unas horas de estar pasando el rato en mi cuarto, siempre terminamos
paje�ndonos (cada uno por su lado) para descargar toda las tensiones del d�a.
As�, finalmente, nos dorm�amos. �l en la cama que mam� ya hab�a dejado instalada
junto a la m�a. A ambos solo nos separaba la mesita de luz.
En esas aventurillas and�bamos y ese se convirti� en nuestro ritual, el cual
cumpl�amos a�n cuando �l estaba en su casa y yo en la m�a.
Poco a poco nos fuimos animando a dar los siguientes pasos, cada uno impulsado
por alguna broma o apuesta. Por ejemplo, al terminar una de sus acostumbradas
pajas en solitario, cierto d�a se baj� el calzoncillo y vi que su pingo estaba
verdaderamente eyaculando lo que parec�a litros de semen. Se puso detr�s de m�
juguet�n y dej� que sus chorros llegaran disparados a mi trasero, mojando mis
calzones mientras me sujetaba de las caderas. Ya a esas alturas, las reacciones
de enojo de parte m�a fueron sustituidas por risas que celebraban sus excitantes
groser�as.
En otra ocasi�n, con su propio semen en la mano me dijo �te apuesto a que no te
animas a tragarlo.� Yo respond� muy seguro: ��Tragarlo?... �Claro!� y dirig� su
mano a mi boca para tomar toda su leche, cerrando �con broche de oro�, lamiendo
cada dedo, hasta dejar su mano limpia. Mart�n se sorprendi� al ver mi expresi�n.
Era una imitaci�n jocosa de una puta degustando ansiosa el semen de su macho.
Por supuesto, yo termin� riendo; pero �l, con un gesto de duda no aguant� las
ganas de preguntarme ��De veras lo sientes delicioso?�, a lo cual contest�
��qu�?... �nunca has tomado tu propio semen?�
El s�lo reaccion� con una cara de asco y una risa casi fingida, por lo que yo
deb� acotar: �La primera vez es raro; pero despu�s te gusta cada vez m�s... �no
sabes lo que te pierdes!... �quieres probar?�
�l, l�gicamente, sin salir de su asombro, atin� a preguntar ��El tuyo o el m�o?�
Eso me dio pie a argumentar, �Yo acabo de tragarme el tuyo. Ahora te toca
saborear el m�o.�
Por fin yo llevaba las riendas, el liderazgo. Mart�n quiz�s se dio cuenta de
ello pues, por primera vez hab�a algo que yo pudiera ense�arle. Orgullosamente
retom� la calma y, fingiendo normalidad en su actitud me dijo encogi�ndose de
hombros, ��Dale!... Hazte una paja mientras voy al ba�o a lavarme la verga.
Ni corto ni perezoso, ya con la pija a mil, comenc� mi fren�tico bombeo, que
debi� durar unos treinta segundos. Tom� r�pidamente el vaso que estaba encima de
la mesa de luz y dej� que toda mi leche cayera en �l. Cuando Mart�n volvi� del
ba�o me vio en tal acci�n y se acerc� a m�, se sent� en la cama, a mi lado y,
sin mediar palabra alguna, tom� un profundo respiro de valor y, cerrando los
ojos, bebi� todo el contenido del vaso. Con dificultad pudo tragar mientras yo
esperaba su reacci�n p�caramente. Me alcanz� el vaso sin abrir los ojos y as� se
qued� por unos segundos. Luego �despert� suavemente y me dirigi� la sonrisa m�s
hermosa que jam�s le vi. Se acerc� tiernamente a mi rostro, me rode� con sus
brazos y, para mi gran sorpresa, me bes� en la boca, meti�ndome toda su lengua.
No pude evitar responder apasionadamente. Era mi primer beso. Un extra�o beso en
el que juntamos saliva y semen... el semen de ambos.
Estuvimos bes�ndonos unos veinte minutos, apenas descansando unos segundos para
hacer que nuestras miradas se encuentren y sonre�r tiernamente al sabernos
c�mplices de una nueva y muy �ntima experiencia.
Yo ya estaba preparado para aquel momento, pues hab�a meditado (y deseado) esa
posibilidad. Creo que Mart�n tambi�n hab�a pasado por ello porque, durante ese
momento, ninguno de los dos sinti� el m�s m�nimo remordimiento. Solo dejamos que
eso sucediera y ambos intent�bamos, a toda costa, que durara una eternidad.
Entre besos cada vez m�s perfectos, mientras yo recorr�a su espalda con mis
manos, Mart�n se decidi� a avanzar a�n m�s. Llev� sus manos a mi vientre y baj�
hasta introducirlas en mis calzoncillos. Yo solo gem� esperando que continuara.
Tom� mi verga parada y comenz� a pajearme. Yo hice lo mismo mientras nuestras
lenguas continuaban entrelaz�ndose. Terminamos en la cama, mam�ndonos los penes
y corri�ndonos en la boca del otro. ��No te lo tragues!... �Mantenlo en tu
boca!� me dijo mientras �l eyaculaba. A los pocos segundos fue mi turno de
disparar los chorros de semen que Mart�n tampoco trag�. Con cuidado se acerc� a
mi cara y me bes�, mezclando esta vez toda nuestra leche, la cual se desbordaba
cayendo por nuestros rostros hacia la cama. Despu�s de un rato me dijo sonriente
mientras me abrazaba con cari�o: �Ahora somos hermanos de semen.�
�Qu� a�o maravilloso! Otras cosas pasaron entre nosotros; pero se las contar� en
otra ocasi�n. Acaban de tocar el timbre de mi casa y, desde la ventana, pude ver
a Mart�n, que esta noche, tambi�n se quedar� a dormir.



 

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