Dos Compañeros Calientes


Pedro y Antonio compartían el mismo salón de clases en el colegio. Ambos
acababan de cumplir los 13 años de edad. Eran amigos desde la primaria; pero
algunas cosas habían cambiado últimamente. Mientras la profesora dictaba la
clase, los chicos del curso se ocupaban de observar sus piernas por debajo de la
mesa, sin que ella se diera cuenta. En el colegio no se aceptaba alumnado
femenino y las hormonas de los cachondos adolescentes danzaban dentro de ellos
en esa edad en la que empieza a despertar la sexualidad. Antonio tenía un
hermano mayor y una hermana menor. Pedro, en cambio, era hijo único. En cierta
ocasión, los dos amigos quedaron solos en el salón de clases, pues se excusaron
de participar de la clase de Educación Física argumentando resfrío. El
entrenador les había encargado resolver un cuestionario relacionado a las reglas
teóricas del fútbol para que ocupasen el tiempo que compartirían en el recinto,
ahora solo ocupado por los útiles escolares que se encontraban dentro de los
pupitres y la ropa de los compañeros que se encontraban en el patio. Al
encontrarse solos, Antonio abandonó la tarea asignada por el profesor para
preguntar a Pedro si alguna vez se había masturbado. El chiquillo, ruborizado
por la pregunta contestó que no, a lo que Antonio afirmó pícaramente, mientras
se tomaba las bolas encima del pantalón: "No sabes lo que te pierdes"..."Mi
hermano me enseñó como se hace". "Es muy fácil: solo te agarras el pito y lo
meneas de arriba a abajo"..."¡Así!". Entonces Antonio desabotonó su pantalón de
tela delgada y dejó a Pedro ver su calzoncillo, que revelaba una erección y unas
gotas de líquido seminal que lo habían mojado. Bajando el elástico de su ropa
interior descubrió su pene, que saltó como resorte hasta quedar apuntando a
Pedro, que observaba con los ojos bien abiertos sin poder ocultar su sorpresa.
La verga de Antonio medía 13 cm. cuando estaba parada. El prepucio ocultaba el
glande aún durante la potente erección. Entonces el chico empuñó la polla y
comenzó a masturbarse rápidamente, casi con furia, intercalando miradas a su
pito y a su amigo y experimentando rápidos e involuntarios escalofríos que
sacudían su cuerpo agitando su respiración y que hacían que Antonio cambiara su
rostro por momentos, dejando ver a Pedro los gestos típicos del placer sexual.
Frente a él, su compañero sentía que su propio miembro, durísimo y humedecido,
había desbordado su calzón haciendo a un lado el elástico de un lado hasta rozar
y mojar su pierna derecha apuntando a las rodillas por debajo del pantalón.
Poniendo su mano sobre el pito comenzó a acariciarlo suavemente mientras
observaba el espectáculo. Antonio, sin abandonar la acción, dijo: "¡Vamos!".
"Hazlo tú también". Pedro miró hacia la ventana que daba al patio y volviéndose
a su arrecho amigo contestó: "Pueden vernos". Entonces Antonio subió sus prendas
y rió, dando razón a la respuesta de su compañero. - "¿Qué tal?"..."¿Verdad que
estuvo bueno?", dijo Antonio. - "¡Uf!"..."Casi me vuelvo loco de solo verte",
respondió Pedro. Mientras volvían a ocuparse de llenar sus cuestionarios,
continuaron hablando del tema. Pedro no paraba de preguntar a Antonio cómo se
sentía. Él respondió que era lo máximo; pero que hasta ahora no se había animado
a eyacular, pues sentía algo de miedo. Continuaron hablando de sexo soñando con
algunas chicas que ambos conocían hasta que sonó el timbre que anunciaba el
final del período de clases. La clase volvió al salón y los dos chicos
entregaron sus cuestionarios mientras el resto de los jovencitos procedía a
vestirse. Roberto, uno de los estudiantes, mientras se colocaba el pantalón del
traje deportivo, al levantar la pierna dejó ver involuntariamente sus testículos
y el pene. Nadie se había dado cuenta, excepto Antonio y Pedro, que luego de
observar el bulto del muchacho se miraron sonriendo. Antonio se acercó al oído
de Pedro y le dijo: "Ese sí que lo tiene peludo y grande". Pedro contestó con
una risa burlona y al levantarse del pupitre para salir del salón rozó de frente
a su amigo. "¡Uy!"..."¡A tí se te para solo de ver otras vergas!", dijo Antonio
al sentir la dureza del pingo de Pedro. Finalmente, bromeando y riendo cada uno
se fue a casa, acordando encontrarse por la tarde en casa de Pedro para realizar
los deberes escolares. Después de almorzar, Pedro se encerró en el baño de su
casa. Mientras orinaba recordó la experiencia de la mañana y, al imaginar a
Antonio masturbándose, sintió otra erección que le provocó el deseo de imitar lo
que había visto hacer a su amigo. Bajó la tapa del inodoro, bajó sus pantalones
y calzoncillo y se sentó en el retrete acariciando su verga que, en ese estado,
medía unos 15 cm. Luego se animó a empuñarla y tímidamente bajó la piel de su
circuncidado pito hasta observar la cabeza mojada, que se encontraba por primera
vez rodeada de un viscoso y casi seco líquido blanco que no dudó en limpiar.
Comenzó a masturbarse suavemente cerrando los ojos viendo en su mente una y otra
vez al otro niño haciéndose la paja y recordando la verga peluda de Roberto. Al
darse cuenta que sus movimientos se habían acelerado y que el placer le
ocasionaba unas incontenibes ganas de gritar, abandonó el manipuleo por miedo a
que sus padres le escucharan. Se dirigió al lavamanos y lavó su pene con agua
tibia, se secó con una toalla y volvió a vestirse para abandonar el cuarto de
baño. Antonio llegó a la casa de Pedro una hora más tarde. Se encontraban solos
pues los padres del joven trabajaban por la tarde y no tenían servidumbre. Ambos
se dirigieron a la habitación del chico. Inmediatamente luego de ingresar,
Antonio le dijo a Pedro: "No veía la hora de llegar aquí". "Es que lo de esta
mañana me ha dejado arrecho y tengo unas ganas locas de hacerme la paja". Sin
decir más, bajó sus pantalones hasta las rodillas. Aún con los calzoncillos
puestos miró a su amigo y le dijo: "Puedo, ¿No?". Pedro se encogío de hombros y
dijo: "¡Claro!" y él también bajó sus pantalones parándose frente a Antonio. "Ya
te pajeaste, ¿eh?", preguntó Antonio. "Hasta donde pude"..."Estaban mis padres
en casa", respondió. Pedro se recostó sobre la cama abandonando las
explicaciones. "Ven aquí, que hay espacio para dos", dijo a tiempo de acomodarse
a un lado de la cama mientras se bajaba el calzoncillo dejando ver su pija, dura
y húmeda y con el glande morado y oscuro. "¡Guau!", dijo Antonio. "Nunca había
visto una verga remangada". "La de mi hermano es así de grande; pero no se la
han cortado". Pedro, sintiendo algo de verguenza ante tal comentario se puso de
costado, dejando ver su blanco y lampiño culo. Antonio se recostó al lado y con
la mano izquierda apretó la nalga del chico diciendo: "¡Ya!". "Hazme sitio,
timidón". Pedro volvió a acomodarse y, con una pícara sonrisa preguntó: "¿Hasta
terminar?". Antonio levantó las cejas en señal de complicidad. "OK; pero no vale
reirse de las caras de arrechos que vamos a poner". Ambos rieron y empuñaron sus
pingas comenzando a masturbarse. De rato en rato, mientras meneaban sus vergas
vírgenes, cruzaban miradas y sonrisas y sus movimientos causaban que sus cabezas
chocaran. Tras algunos segundos los cachondos muchachitos dejaban escapar
nerviosos gemidos y risas cortas de satisfacción. Sus nalgas también rozaban
provocándoles mayor excitación. Antonio, al sentir los primeros vestigios del
orgasmo, intentando ahogar sus gemidos y con palabras entrecortadas le dijo a
Pedro: "Cre..creo que...ya...ya me...corro". Pedro, al escuchar eso, aceleró los
movimientos de su mano y sentía enrojecer su rostro ante la calentura del
momento. Antonio se puso de costado sin abandonar la paja que se estaba haciendo
y, accidentalmente, su culo chocó con el muslo desnudo de su compañero. Al
sentir el roce de su piel se arrimó más a la pierna de Pedro y comenzó a moverse
hasta sentir el hoyo de su culo frotar el cuerpo sin vellos de su amigo. Al
sentir aquello, Pedro intentó alejarse un poco; pero sin querer quedó en la
misma posición de Antonio, continuando el meneo sin darse cuenta que, por unos
segundos, llegaba a rozar con su pija el culo del chico que, a pesar de todo
esfuerzo, tardaba en conseguir la eyaculación. Antonio volvió a arrimarse al
muchachito y sintió claramente el glande mojado tocar su ano. Entonces Pedro
abrió los ojos y vio el agujero rosado que se abria y cerraba ante él. Era tal
el grado de excitación que finalmente dijo: "¡Te lo voy a meter,
Antonio!"..."¡Te...lo voy a ...meter!". Antonio continuaba sus excitantes
movimientos jadeando al borde del orgasmo y no conseguía responer a su amigo.
Ante su silencio, Pedro paró de hacerse la paja y tomó su pija dirigiéndola al
deseoso y virgen culito que tenía tan cerca y, en un solo intento, la introdujo
fácilmente gracias a la lubricación que había logrado la transpiración de ambos.
Al sentir al chico dentro suyo, Antonio disparó largos chorros de semen que
caían a un lado de la cama una y otra vez, mientras Pedro gritaba de placer
tomando sus caderas acelerando los movimientos que, a los pocos segundos,
hicieron que eyaculara dentro de su joven amante. Luego de vaciar sus bolas
Pedro acercó fuertemente el culo de Antonio a su pelvis, quedando ambos agotados
mientras sus pollas volvían a su estado normal. Fue entonces cuando Pedro sintió
correr por sus piernas el semen que salía del ano de su compañero, acompañado de
algunas gotas de sangre. Antonio se dio la vuelta y, quedando frente a Pedro le
dijo: "No se lo digas a nadie". Pedro movió la cabeza asintiendo y acercó sus
labios a los de su amigo mientras ambos sentían sus cálidos alientos. Le dio un
beso en la boca, a lo que Antonio respondió introduciendo su lengua hasta lograr
que sus salivas se mezclaran apasionadamente, entre caricias y abrazos. "Nos
hemos corrido por primera vez", dijo Pedro. "¡Hemos tirado por primera vez!",
respondió Antonio provocando una risa de complicidad. Ambos volvieron a subir
sus calzones y pantalones. A Antonio le fue difícil incorporarse pues le dolía
el culo tremendamente; pero no le dio importancia al dolor, pues el placer había
valido la pena. Luego de ese día, aunque ambos íntimamente se preguntaban si lo
que habían hecho era correcto y si posteriormente ello influiría en su
orientación sexual, continuaron teniendo relaciones sexuales, cada vez más
especiales. Antonio y Pedro habían descubierto un mundo nuevo lleno de
sensaciones y sentimientos. Nunca negaron que se habían enamorado.

 

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